CAMBIA AL MUNDO CAMBIANDO TU MISMO

El hombre razonable se adapta al mundo; el hombre no razonable se obstina en intenta adaptar el mundo a sí mismo. Todo progreso depende, pues, del hombre no razonable.


miércoles, 3 de marzo de 2010

Chivatos celulares, chivatos celestes


Nuestro trabajo, investigar la fotosíntesis y el balance hídrico en plantas que sufren de estrés, como pueden ser las infecciones de patógenos, se parece en ocasiones bastante al de nuestros amigos astrónomos. Interpretamos las señales lumínicas emitidas o reflejadas por nuestros objetos de estudio. Con una pequeña cámara de infrarrojo térmico, similar a la que en alguna serie televisiva se usa para seguir al asesino en la oscuridad, comprobamos cómo una hoja se vuelve febril y aumenta su temperatura ante la invasión de un virus que ya ha producido pérdidas millonarias en las cosechas, rastreamos el movimiento del intruso celular e incluso logramos hacer un diagnóstico presintomático, antes de que la planta infectada desarrolle la enfermedad.


Ver es creer y nuestros aparatos auxiliares nos van a mostrar lo que el ojo no siempre detecta: fluorescencia multicolor (roja, verde, azul) o radiación infrarroja. Una hermosa fluorescencia roja es a veces la forma de detectar el sufrimiento vegetal, pura energía derrochada que una planta enferma no puede aprovechar para hacer fotosíntesis. Y cuando el vegetal se defiende ante el ataque externo, producirá todo un ejército de compuestos de defensa que pueden emitir fluorescencia verde o azul. Y siempre habrá un aparato disponible para detectarla.

Aparatos de sobremesa que pueblan las encimeras de nuestros laboratorios, pequeños instrumentos portátiles que agricultores o investigadores se cuelgan al hombro para detectar la enfermedad directamente en campo o, hermanándonos de nuevo con los astrónomos, satélites que orbitan a miles de kilómetros de la Tierra y son nuestros chivatos celestes, o aviones espía utilizados en aplicaciones civiles que nos dicen si una planta tiene sed o está mal nutrida. Aunque parezca ciencia ficción -y si no lo creen, visiten la página web de la NASA para confirmarlo-, ya hay agricultores dueños de enormes extensiones de terreno y sofisticados tractores que, guiados remotamente, reciben la información semanal enviada por el correspondiente satélite, o por aviones guiados mediante GPS y autopilotos provenientes de los avances militares: mapas térmicos que les muestran qué zonas de sus tierras están sedientas y por ello han aumentado su temperatura al reducir su transpiración, o que indican cuáles son pobres en clorofila, están amarilleando y reflejan gran cantidad de luz solar en lugar de absorberla. Valorando estos mapas de radiaciones emitidas, transmitidas y reflejadas, nuestro agricultor programará mediante ordenador el riego y los fertilizantes necesarios, con el consiguiente ahorro de agua y agroquímicos.
Mientras, en el laboratorio, los investigadores armados de nuestros chivatos celulares -fluorímetros, cámaras de infrarrojos, etcétera- tratamos de dilucidar los mecanismos de defensa que desarrolla la planta ante la enfermedad y el estrés para transferir este conocimiento cuanto antes al campo. Imaging define en inglés un conjunto de técnicas de captura de imágenes que, al igual que las técnicas hospitalarias como la resonancia magnética, los conocidos TACs, cuidan de nuestra salud. Éstas lo harán de la de las cosechas que nos alimentan. Pero no se vayan a la NASA. España exportó esta metodología el verano pasado a la agricultura más avanzada de EE UU, en California: aviones espía guiados con tecnología española y métodos desarrollados en el CSIC, demostraron que la detección por esos chivatos de los estados febriles de un cultivo, nos ayuda a mejorar el manejo del agua en zonas donde el líquido elemento es amarillo, auténtico oro.
CRUZ-ISF-UNACHPALENQUE

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